domingo, 22 de febrero de 2009

Torres del Paseo de la Castellana. Madrid.










El Paseo de la Castellana comienza en la Plaza de Colón y concluye en la confluencia de las carreteras de Burgos y Colmenar Viejo. A comienzos del siglo pasado, este Paseo era una vaguada o barranco por donde discurría el Arroyo del Bajo Abroñigal o Valnegral, también llamado de la Castellana, que nacía cerca de Chamartín. Antes de la construcción del Canal de Isabel II, el abastecimiento de agua de Madrid se realizaba a través del río Manzanares, pozos particulares y catorce viajes de agua, de los cuales el más largo era el de la Castellana, que fue construido entre 1614 y 1621. Bajaba con dirección Sur hasta Atocha, desviándose a partir de aquí al Sureste para desaguar en otro, el del Alto Abroñigal. La Fuente Castellana tenía fama de contar con las aguas más ligeras de Madrid. En 1786 se acondicionó el camino de la Castellana, al final del cual existía un pilón que recogía las aguas de la Fuente Castellana. En 1807 se canalizó el Arroyo y se iniciaron las obras del futuro Paseo. Unos años después -en 1830- comenzó la urbanización de la zona y el proyecto finalizó en 1834. Posteriormente, se plantaron la nueve filas de árboles que recorrían, en un principio, el Paseo. La avenida fue bautizada inicialmente con el nombre de Paseo Nuevo de las Delicias de la Princesa, en honor a la futura Isabel II. Popularmente siempre ha sido conocida por el Paseo de la Fuente Castellana, tomando tal denominación de la que existía en lo que hoy es la glorieta de Emilio Castelar. El 15 de abril de 1881, el Ayuntamiento acordó denominar a todo el Paseo comprendido entre Atocha y el Hipódromo, Avenida de la Libertad.
Para poder comprender la necesidad de la prolongación del Paseo de Recoletos, que dio lugar al Paseo de la Fuente Castellana, hay que remontarse a mediados del siglo pasado y ver las "apreturas" que tenía el Madrid de entonces. La Villa y Corte estaba rodeada por la cerca mandada construir por Felipe IV en 1656. Esto impedía que la ciudad creciese y se extendiera, a pesar del aumento de población que se registró a lo largo de doscientos años.
Aunque ya a finales del siglo XVIII, Jovellanos presentó un extenso informe sobre la necesidad de ensanchar la capital, ello no se llevó a cabo hasta 1868, año en que se derribó la cerca y que supuso dar salida a cuarenta y dos calles que partían del centro, entre ellas el Paseo de la Castellana.




















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